Sunday, November 21, 2021

El hogar es donde está el corazón



Esta semana he estado con mis baterías bajas, por ponerlo de una forma bonita. No fueron días para nada fáciles. Tuve que tomar decisiones complicadas, establecer claras mis prioridades, pasar por mucha incertidumbre personal, y sobre todas las cosas, atreverme a ser vulnerable nuevamente tras un poco de dolor. 

Esa última parte fue la más difícil. Aunque a muchas personas presento una fachada fría, es más un mecanismo de defensa. No puedo mostrarme de una manera abierta a toda persona en mi vida; los límites son importantes, después de todo. Cuando decido ser vulnerable ante alguien, es porque esa persona se ha ganado mi confianza, y tal vez en mi ingenuidad, olvido que aún las personas en quien confío pueden llegar a lastimarme, aunque esa no sea su intención. 



Fueron días donde mi mente no descansó, y pensaba una y otra vez sobre todo lo sucedido. Llegué al punto que no podía dormir, y por casi una semana, si dormí tres horas cada día fue mucho. Mis fuerzas, físicas y mentales, no daban abasto ya. Sin embargo, todo eso cambió en cuestión de un par de minutos y dos días. Como por arte de magia, toda la tristeza que estaba aún manejando, simplemente se desvaneció, dejándome más energizado de lo que pensaba. 

Aunque pueda parecer un cliché, la fórmula fue sencilla: mi familia. 



Para quienes no lo sepan, no toda mi familia está en Cayey. De hecho, en mi pueblo quedamos muy pocos; la mayoría se han mudado a otros pueblos, o a Estados Unidos. Es en el sur de la isla donde mis raíces más fuertes se encuentran; si Cayey es mi casa, Juana Díaz es mi hogar. Solía visitarlo con mucha más frecuencia de niño. Fue allí donde aprendí lo que eran abrazos y su importancia, donde mi voz comenzó a ser realmente escuchada, y donde conocí la verdadera felicidad. 

A veces me ahoga un sentimiento agridulce cuando los pienso, en especial cuando vuelvo a mi casa luego de visitarlos. No puedo evitar preguntarme cómo hubiese sido mi vida de haber crecido más cerca y más en contacto con ellos, y cómo mucho de lo que pasé se pudo haber evitado. También pienso en lo mucho que los extraño desde que me subo en mi carro para irme. 

Pero también estoy consciente de que todo pasa por una razón, y que tengo una suerte increíble de haber sido encontrado y amado por ellos; mi vida definitivamente no sería la misma si de niño no hubiesen tocado mi corazón. Independientemente de nuestras circunstancias de vida actuales, y de la distancia y responsabilidades individuales que nos separan, sé que siempre estaremos ahí. Ahora que soy adulto, visitar cuando desee es más fácil, por lo cual estoy muy agradecido. 



Como mencioné anteriormente, todo pasa por un motivo. Crecer como me tocó hacerlo me hizo la persona que soy hoy en día, para bien y para mal también. En muchos sentidos, me enseñó a ser fuerte, resiliente, independiente (a veces a los extremos), y en ocasiones calculador y distante. Fue mi infancia en Juana Díaz, sin embargo, la que me salvó de no ser completamente frío, y la que me enseñó a ser vulnerable. Mi infancia con ellos fue la que salvó mi corazón de endurecerse. 



Estos dos pasados días fueron de bodas y fiestas, risas, abrazos, anécdotas, recuerdos, y, sobre todo, amor. Mi tío se casó con su pareja, y mi prima hermosa se casó también. Todo fue tan espectacular y tan maravilloso, pero lo mejor de todo fue ver la hermosa sonrisa en el rostro de mi prima mientras bailaba con su esposo. El solo hecho de verla tan feliz fue más que suficiente. 

No solo fueron dos días de boda, sino de reencuentros. Primero, hace ya algunos meses no veía a mis tíos y a sus hijos, y a la mamá de mis tíos. Cada abrazo recibido me devolvía el aliento, las fuerzas, la vida. Cada "Te amo" sincero, cada beso, cada sonrisa, hacían que cualquier pena desapareciera. Segundo, el reencuentro que más esperaba, ver a mi primo José Luis. Sabía que el vendría, y aun así me tomó por sorpresa. No lo veía desde que yo era un niño y él un adolescente. No me había percatado lo mucho que lo extrañaba hasta que lo vi y lo abracé por fin. Y así pasa mucho, ¿no lo creen? No nos damos cuenta de cuánta falta nos hace alguien hasta que ya no lo vemos, y cuánto tomamos por sentado en nuestras vidas sin querer. 

Durante dos días tuve el privilegio más hermoso de todos: ver a mi familia unida, verlos felices, y poder disfrutar de su compañía nuevamente. ¿Cómo podría describir lo que siento en palabras cuando estas se quedan cortas? Es esa sensación inexplicable de sentirse completo en todos los aspectos solo por estar a su lado. Es sentir el corazón palpitar con más fuerza, la respiración volverse más fácil, y tener el conocimiento inequívoco de estar donde perteneces. Es saber que fuiste encontrado por el amor en su forma más pura, un amor que te salvó de maneras que nunca creíste posible. Es sentirse rodeado y amado por personas llenas solamente de luz, personas extraordinarias que tocaron mi vida de formas mágicas e incomparables. 



Mi abuelo ya no se encuentra con nosotros. Pero sí recuerdo mucho cómo eran sus abrazos. Yo no estaba acostumbrado a ser abrazado, así que era sorprendente cómo alguien podía abrazarme con tanta fuerza y por tanto tiempo. Mientras me abrazaba me daba muchos besos, y me decía lo mucho que me quería. Fue mi abuelo quien me dio una lección sencilla pero importante: siempre hay que ser generosos con los demás. No significa dejar que los demás hagan con nosotros lo que quieran, pero sí ayudar cada vez que se pueda. No soy persona de tener arrepentimientos, excepto por uno- desearía haberlo visto una última vez antes de que partiera. 

Fue con mi tío Víctor con quien conocí la importancia de la integridad y el amor por mi trabajo, ya que mi tío también es maestro. Es al hablarle de nuestra profesión que reitero la enormidad de nuestra labor, lo mucho que aún falta por evolucionar en el sistema educativo, y cuán importante es el servicio y la generosidad. Mi tío Víctor fue quien me dio la primera lección en mi vida de ser siempre yo mismo, y vivir mi realidad sin importar qué. 

Mi queridísima Nereida, la mamá de mis tíos y mamita para todos, fue quien me enseñó a reír sin importar las tribulaciones de la vida. Sentarme a su lado es una fiesta por sus ocurrencias, y su risa es la más contagiosa que conozco. No hay bendición más grande que escuchar sus "te amo" mientas sostiene mis manos, y escuchar sus anécdotas que me enseñan a dar amor a los demás, siempre y sin importar qué. 



Mi tía Ruth es mi segunda madre, y no podría imaginar mi vida sin ella ahí. Sus locuras me recuerdan no tomarme la vida demasiado en serio, y que siempre debemos hacer espacio para ser felices. Tití me enseñó independencia, valentía, y el valor de hablar nuestro pensar sin temor y sin penas. Ella es una fiesta andante, una risa pegada a un jalón de orejas cariñoso, y una sencillez que la hace una extraordinaria persona. Su humildad, sinceridad y amor incondicional son quienes le dan mayor luz. 

Eddaliz es mi prima mayor, y una hermana y guía para mí. Desde niño entendí que, sin importar tiempo ni distancia, en Eddaliz encontraría un hogar y un lugar eternamente seguro. Con ella comencé a desarrollar mi autoestima, ya que siempre me hizo entender que ser yo mismo es algo maravilloso y único. Con ella me comencé a sentir escuchado por primera vez, ya que Eddaliz es puro cariño y atención. Ella me hizo sentir apreciado y, sobre todo, me enseñó a apreciarme a mí mismo. Pienso en Eddaliz y pienso en abrazos de oso, en recuerdos de llenos de afecto, y en la definición misma de amor propio. 

Tengo una segunda prima, de nombre Ruth igual que su mamá. Su boda se efectuó ayer, y puedo decirles que su sonrisa de felicidad hacía palidecer el salón de fiesta entero. Todo se veía bello, pero ella era la verdadera estrella esa noche. De niño recuerdo un momento sencillo junto a ella, pero significativo. Siempre llevaba un libro conmigo a todas partes (y todavía), y hubo una noche en que me quedé con ellos, que Ruthita leyó conmigo; recuerdo que era una versión corta de "Las Mil y Una Noches" lo que leímos. Podrá parecer algo bobo, pero nunca alguien se había sentado conmigo a compartir algo que amo tanto. Esa noche entendí que mi prima me pudo ver cuando yo me sentía invisible. Ella fue quien me enseñó a ver mi propia belleza, en todos los sentidos de la palabra. 

Mi tercer primo es José Luis, militar, pero nada de serio. Me he dado cuenta que si algún día salgo de fiesta con él, no llegaré a casa en par de días. De niño, José Luis fue más que mi primo; él se volvió mi amigo, algo importante para un chico que no la pasaba muy bien que digamos en la escuela. José Luis me enseñó a jugar video juegos, y con un ajedrez de los Simpson, me educó en el mencionado juego. Lo hizo tan bien que al día de hoy no he olvidado una sola regla ni un solo truco. José Luis me enseñó amistad, diversión, y complicidad. No saben lo feliz que me hizo el poder volverlo a ver. 



Por último, pero no menos importante, está mi tío Ricky. Fue él quien me encontró en mi niñez, y fue él quien me llevó a conocer a estas personas tan maravillosas. Mi tío es una de las personas más importantes en mi vida, y no creo que haya algo que no haría por él. Ha sido la única persona con quien pude ser vulnerable desde el primer segundo en que la conocí, y es probablemente el familiar más cercano a mí; no ayuda que nos parezcamos tanto en cara y que se vea más como mi papá que mi progenitor. Mi tío me dio el regalo más grande de mi vida: me dio la oportunidad de dejarme amar por otros; me hizo entender que está bien dejarme ayudar; me entendió cuando yo mismo no comprendía mis pensamientos ni mis sentimientos; me dio su cariño cuando más solo me sentí, y me hizo conocer el amor de un padre por primera vez en mi vida. Lo abrazo y vuelvo a ser ese pequeño de 10 años que no sabía que tenía un segundo hogar esperándolo; vuelvo a ser ese niño que desconocía la aventura de vida tan grande que le esperaba. Lo abrazo a él y mi mundo entero está en paz. 



A mi tío y a mi prima les deseo toda la felicidad del mundo y mucho más. Si alguno de mis familiares se encuentra leyendo esto hoy, sepan que los amo más de lo que jamás podría expresar, con todas mis fuerzas, corazón y espíritu. No saben lo agradecido que estoy de haberlos encontrado, y solo pido muchos años de salud y felicidad a su lado. Gracias por todo, por tanto, y por sobre todas las cosas, por enseñarme a no dejarme endurecer por las personas ni por las circunstancias que nos tocan vivir. 

Si hoy poseo un corazón vulnerable, feliz y cariñoso es gracias a ustedes. 


P.S. ¿Recuerdan la película animada "Anastasia"? Siempre me identifiqué con ella, y no sabía el por qué. Ya puedo entender la razón. 


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