La
individualidad en una persona siempre es algo que provoca miedo expresar. Hay
tanto odio allá fuera, tan poca comprensión y aceptación, que el sólo pensar
ser algo distinto puede ser paralizante. Después de todo, vivimos en una
sociedad que no siempre acepta lo diferente, y muchas veces hasta lo
ataca.
Durante la búsqueda de mí mismo y la expresión de quién soy, he intentado varias cosas. Desde pintarme el cabello de algún color extravagante, tatuarme (ya mi cuerpo pide otro a gritos), cambiar mi estilo de vestir, y experimentar cosas totalmente nuevas. Cada cambio dio miedo al principio, al igual que cualquier otro cambio. Sin embargo, sentía la necesidad de hacer algo más; de ser algo más.
Hay una pregunta que, por alguna razón, muchas personas me han hecho: ¿Has pensado en hacer la transición a mujer? La pregunta obviamente no me ofende; no es nada malo, no hay nada por lo que ofenderse. Mas, sin embargo, mi respuesta siempre es no. De verdad me siento cómodo con mi cuerpo, y me siento satisfecho conmigo mismo. No siento que sea mujer, nunca lo he sentido; soy feliz siendo hombre. Pero entonces, ¿en qué posición me dejaría hacer este cambio? ¿Mi perspectiva cambiaría?
Tal vez eran dudas tontas, pero no las podía evitar.
Mi agenda de repente se llenó de citas para pintarme las uñas. Mis tardes se llenaron de más risas, imaginación, arte, cariño y amistad. Cada vez que visito a mi amiga a que trabaje su arte y plasme su talento en mis manos, me siento tan bienvenido y cómodo, en un lugar totalmente seguro y lleno de cariño. Mis tardes ya no son iguales, y estoy tan agradecido por ello.
Sin embargo, con esto venía otra interrogante. Esta vez sobre el tiempo que dedicaba a esta actividad, mi tiempo de trabajo, y hasta mi tiempo en casa. Como sociedad, estamos sumamente enfocados y hasta obsesionados con el trabajo, con laborar y ser lo más productivos posible. Llenamos nuestras agendas de reuniones, talleres, visitas al supermercado y al banco, citas médicas, fechas de entrega, compromisos imprevistos y demás. ¿Pero qué hay de nuestro tiempo libre? ¿Es algo tan malo poner una pausa, aunque sea forzosa? No podía evitar pensar, ¿estaré siendo un buen empleado, un buen maestro? ¿Estaré haciendo lo correcto tomando este tiempo apartado de todo? ¿Por qué demonizamos tanto el tiempo para nosotros mismos?
Demasiadas veces pensamos que debemos estar produciendo a cada minuto de cada día para ser realmente eficientes y exitosos en nuestros trabajos. Ocupamos nuestra mente con lo primero que se aparezca, porque nos aterra el tener nuestra mente sin ocuparla; esto abre paso a pensar, a reflexionar, a que sentimientos que tal vez queremos dejar afuera comiencen a entrar, todos a la vez. En otras palabras, es aterrador a veces el no tener nuestra mente ocupada. Muchas cosas pueden pasar que no queremos.
Así que, ¿realmente es tan malo tomar tiempo para nosotros? La respuesta es sencilla: no está mal. De hecho, es la única manera en la que vamos a sobrevivir todo este caos, y no me refiero sólo a la pandemia. Si queremos vivir y mantener una estabilidad mental sana, debemos tomar pausas, aunque estas sean forzadas. Nuestro enfoque no puede estar en nuestro trabajo y obligaciones todo el tiempo o nos vamos a desgastar, física y emocionalmente. Y no me refiero con esto a que debemos caer en la irresponsabilidad y la apatía; tomar pausas no es un sinónimo de ser malos en lo que hacemos. Lo más irresponsable sería continuar aún desgastados como si nada pasara, porque tanto nuestra productividad como nuestra estabilidad mental sufrirían.
Si se me considera egoísta por tomar tiempo para mí, que así sea. Las tardes en que me escapo a cambiar mis uñas, a verlas distintas, son de las tardes más relajantes y divertidas que tengo. Por un tiempo, ninguna de mis preocupaciones existe. Todo se vuelve risas, anécdotas, recuerdos, consejos, y alguien al otro lado de la mesa con un talento precioso y las ganas inequívocas de transmitir su arte.
Desde que hago esto, varias cosas han ido cambiando en mí. Me veo de una manera distinta, varios aspectos de mi autoestima han mejorado, me veo buscando nuevas y originales ideas para mis uñas, busco reflejar mis pensamientos y gustos en ellas, y sobre todas las cosas: me siento tan cómodo con el chico que me mira de vuelta en el espejo. Me siento cada vez más cerca a quien soy en realidad.
Si a alguien no le gusta cómo me veo, o las decisiones que tomo en mi vida, la respuesta es sencilla: se pueden morder un ojo. Las personas no me dan de comer ni me pagan las cuentas, ni limpian mi casa o atienden a mis estudiantes. Su opinión ya me vale, no me importa en lo absoluto. No soy responsable de cómo otros me vean, o lo que puedan pensar. De lo único que soy responsable es de mi felicidad, mi vida, mi cuerpo, y mis decisiones. Respondo sólo por mí, no por la perspectiva que alguien pueda tener de mi persona.
Los cambios, por más pequeños que parezcan, asustan y vienen envueltos con una sacudida. Pero una sacudida no significa que sea el fin del mundo; no pasa nada, es parte de crecer y evolucionar. Abrazo el cambio y me acoplo a él, y agradezco a las personas que vieron en mí lo que yo aún no estaba listo para descubrir.
P.S.
Este post hoy va dedicado a dos personas: a mi mamá que siempre ha querido leer
algo mío; y a Neliaris, mi brillante y dulce amiga que ha hecho todo esto
posible. Gracias por ser y estar.
¡GRACIAS! Por varias razones
ReplyDelete1. Porque al igual que tu mamá quería leerte mas el inglés no es mi fuerte, y de intentarlo, no lo disfrutaría igual.
2. Porque entiendo cada palabra que escribes, y me identifico completamente. Un paso a la vez ❤
Que bueno es haberte conocido 😊
Wow, gracias!!! No sabes de verdad lo mucho que significa para mi. ¿Me podrías decir quién eres?
DeleteLa decisión más valiente que puede tomar un ser humano es ser feliz y diferente. Excelente reflexión y visión de la vida.
ReplyDelete☺☺