Sunday, March 21, 2021

De vuelta a la escuela: nostalgia, esperanza y un poco de magia



¿Cómo comenzar a describir este año escolar? ¿Cómo escribes sobre una montaña rusa desde un punto de vista objetivo, pero personal a la vez? ¿Cuál palabra puedes usar para definir el año más retante de todos? 

Comencemos con la palabra que mejor define este año escolar: CAOS. No hay otra que posiblemente capture mejor la esencia de todo esto que ha sucedido. Desde procesos atropellados del Departamento de Educación, nuevas exigencias, situaciones emocionales fuertes, reuniones inesperadas, pérdidas y despedidas súbitas, y la salud mental colgando de un hilo muy finito... este año ha sido una total locura sumergida en caos. 

Sin embargo, no todo ha sido negativo. He fortalecido lazos de amistad que ya tenía, especialmente con mis compañeros de trabajo. He aprendido cosas nuevas, en niveles profesionales, académicos y personales. He aprendido a apreciar más las cosas, momentos y personas a mi alrededor. Pero, sobre todo, digo sin miedo a equivocarme que he crecido como persona, y hay una evolución dándose en mi interior; lenta, sí, pero segura. 

Para sumarle al caos de este año escolar, de repente se nos dio la noticia de que la escuela abriría sus portones nuevamente. Comenzaríamos los maestros y más tarde entrarían los estudiantes. Al principio, esta noticia me supo como un balde de agua helada. Me entró un miedo terrible, y una incertidumbre que no sabía cómo manejar. Temía por mi vida, mi salud, y la de mis padres con quienes tiendo a compartir varias veces. No me sentía preparado para manejar el volver a la escuela, seguir procesos estrictos de salubridad, y dejar un sistema de trabajo al cual ya me había acostumbrado; por lo general, me cuesta mucho adaptarme al cambio, y quienes me conocen bien saben de lo que les hablo. 


Luego de varios días analizando la situación y considerando mis opciones, decidí volver junto a mis compañeros. Dentro de mis circunstancias, ya que sé que todos tienen diversas situaciones y razones para tomar sus decisiones, escogí la esperanza antes que el miedo. Me pregunté, "¿Por qué no? ¿Qué pierdes con intentarlo?" Y así comenzó la aventura del 2021. 

Volviendo a la escuela, me atacaron dos cosas de cantazo: el frío particular de Aibonito (juro que en Cayey no se siente igual), y la fuerte nostalgia, una que te hace llorar de inmediato si le prestas a mínima atención. Pero no tenía tiempo de ser nostálgico y sumirme en mi "mood" de una canción de Lana del Rey; no, Ema tenía trabajo qué hacer. Lo primero era meterle mano a ese salón, limpiar y desinfectar la mínima cosa que encontrara, botar a la basura lo dañado y viejo, y rogar a todos los dioses que la alergia no me llevara a la otra vida de forma prematura. 

Durante este proceso de organizarme, llegó nuestra primera reunión de comunidad como colectivo. El sentimiento de nostalgia llegó más fuerte por una razón sencilla: el pasado 13 de marzo del 2020, todos nos dijimos adiós, confiando en que pronto nos volveríamos a ver. Pensábamos que no pasaría tanto tiempo para nuevamente abrazarnos, reír juntos y bailar al son de nuestra propia danza. Tristemente, no fue así. Fue hermoso ver todas esas caritas familiares, a las cuales ni una apestosa mascarilla puede ocultar una sonrisa reflejada en los ojos. Pero qué desgarrador fue el darme cuenta que efectivamente ya no estábamos todos. Ese 13 de marzo fue nuestro último día juntos, y no lo sabíamos. No puedo evitar preguntarme, ¿qué tan fuerte abrazaríamos a alguien de saber que esos momentos son los últimos junto a ella? ¿Cómo encapsularíamos todo el amor que sentimos por ella en un par de palabras? 

Varios de mis compañeros no pudieron volver por sus razones personales. A unos pocos no los volveré a ver jamás. La falta de su presencia se sentía. Imaginaba sus voces diciéndome buenos días, siempre cargados de felicidad. Si ponía mis brazos alrededor mío, podía sentir sus abrazos cálidos nuevamente. Ema estaba de vuelta en casa, pero sin varios familiares a quienes quería muchísimo; aunque no lo expresaba en palabras, el cariño sigue siendo real. 

Entre todo esto, llegó el viernes, done mostramos a varios padres cómo serían los protocolos de seguridad en los salones. Al mío entraron tres de mis chicos, demostrando cómo sería el proceso. Esa creo que fue la gota que derramó el vaso. No me gusta admitir lo que siento, lo detesto; me hace sentir vulnerable, algo que hace mucho me juré no volver a ser. Pero cada vez me doy más y más de cuenta que ser vulnerable es la única manera de sobrevivir en este mundo tan cargado de hostilidad. El viernes, creo que algo que estaba manteniendo cerrado por fin se rompió. Lloré, fuertemente lloré, como no hacía hace meses. Todo lo que estaba aguantando desde mayo, por fin se soltó y ahora el pecho no se siente tan cargado. 

No lo quería admitir, y trataba de mostrarme lo más fuerte posible. Qué necio. Sólo bastó verlos a los tres otra vez en mi salón para darme cuenta lo mucho que su ausencia me estaba doliendo, todo lo que me costaba. No pensaba volver a verlos en mucho tiempo por la pandemia, pero el tenerlos un par de minutos frente a mí, fue una pequeña semilla de esperanza que empezó a germinar- y justo a tiempo para el equinoccio de primavera (eso es hoy, gente hermosa). Durante este año escolar admito que he dudado prácticamente todos los días si este caminar que he escogido es el correcto. ¿De verdad estoy hecho para ser un maestro? ¿Estoy dispuesto a sacrificar tanto por este trabajo/estilo de vida? Aún no tengo las respuestas a estas y tantas otras preguntas que me hago, pero ese día pude acercarme más a la contestación que busco. 

Y lloré, liberando lágrimas más rápido que una cascada. Lloraba de felicidad por ver un rayito de posibilidad. Lloraba de coraje por que las cosas no eran distintas. Lloraba por mis nenes que no veré, por aquellos que estarán desde casa. Lloraba por quienes graduamos el pasado mayo, a quienes no pudimos despedir de la manera en que tanto deseábamos; extrañé sus risas, sus abrazos, sus anécdotas alocadas y esos momentos que pasamos juntos. Si alguno está leyendo esto hoy, créanme que se les extraña demasiado, y se les ama aún más. 

Lágrimas afuera, llegó con más fuerza la esperanza. Me puse a decorar mi salón, con cositas sencillas pero que me traían felicidad al verlas. A pesar de que no estaré recibiendo estudiantes en mi salón por ahora, sigo queriendo que sea un lugar bonito, que se sienta una buena energía y que esté organizado. Mientras ayudaba a Lumaries a limpiar su salón, mientras teníamos las complicadas (pero divertidas) reuniones de equipo, pensaba repetidamente, "Aquí hay posibilidad". Se puede hacer algo hermoso entre todos, aún dentro de circunstancias que jamás pensamos vivir. Comenzamos construyendo algo que estoy seguro nos dará muchos frutos para agosto, y llegaremos con experiencia y mayor fuerza. 

La semana pasada, cuando mencioné a la escritora Sarah J. Maas (alabada sea por siempre, amén), escribí sobre una de sus frases, "Tú no eres lo que te pasó, eres lo que escoges ser". Como equipo de maestros, no somos la pandemia, ni la pérdida de personas, ni los ataques incesantes de personas a nuestro alrededor. No somos un salario injusto, ni el cansancio, ni las lágrimas. Somos los que nos de la maldita gana de ser, y digo con seguridad que todos hemos escogido ser resilientes. Como cierta ave mitológica, estamos reconstruyéndonos: nuestro interior y nuestro exterior a la vez. Elegimos ser perseverantes, unirnos más que nunca, ser pacientes, gentiles y escucharnos. ¿Y saben qué? Esto ha sido lo mejor de todo. Lo que hemos atravesado no es justo, pero sólo así se aprende a valorar. En cada reunión, risa y momento que compartimos, reitero mi pensar que este año será nuestro, y lograremos algo maravilloso. 

Así que, lleno de más energía, quise traer una chispa de magia. Decoré con colores felices, y diseños sencillos, pero con mensaje. Me llené de música, de esa que todos se saben en el karaoke, y bailaba solo. Buscaba hacer reír, ante todo reír. Hice par de bromas asustando gente (¡te quiero Lumaries! 😂), sacaba energía de donde no había antes, y comencé a escoger la felicidad. No me malentiendan, no fue nada fácil. Esta semana de regreso en la escuela me ha dejado hecho un desastre, y eso fui yo que no tuve que hacer tanto en mi salón, no me quiero imaginar a mis compañeros. Dejar la comodidad de la casa y una rutina a la cual ya me había acostumbrado, y volver a levantarme de madrugada me ha costado. Como dije casi al principio, no me adapto bien al cambio; necesito tiempo para acostumbrarme. 

Nuestro ciclo este año es Empoderamiento
💖


SPICE GIRLS! 
O sea, si no hay algo de las Spice Girls alrededor,
no es mi salón. 


Pero poco a poco, creo que puedo volver a caer en tiempo en mi nueva realidad, y transformarme. Como me enseñó Lumaries una vez, la mariposa se transforma de manera automática casi, mientras que el águila así lo escoge para poder seguir viviendo; es doloroso, le cuesta tanto que casi se le va la vida en ello, pero al final vale la pena. Hoy escojo ser como un águila, y transformarme, aunque me duela. 

Este proceso de transformarme implica algo muy importante: estar bien yo para así poder atender a los demás. Ahora más que nunca debo trabajar con mi salud mental: tomar tiempo para mí, no contestar nada del trabajo una vez pasadas las 5:00 de la tarde, meditar, practicar mi magia (tema para otra ocasión), prender mis velas, escribir, estar tiempo en la naturaleza... Si antes debía trabajar en mí, ahora sí que debo hacerlo con más fuerza. No soy tonto- sé que lo que se avecina este semestre no será nada de fácil. Por esta misma razón es que ahora debo ponerme como prioridad. Si quiero ser un buen maestro/guía, amigo, hijo e individuo, mi bienestar debe ser prioridad sí o sí. A quienes me han acompañado en este proceso de mi salud mental, gracias por no irse en los días más oscuros. 


Así que... ¿ahora qué? ¿Qué pasa ahora? Nada, sólo seguir viviendo, por más que pueda pesar algunos días. Dar las gracias diariamente por todo lo bueno y lo malo que llega a mi vida. Crecer en Wicca y en mi profesión. Conectarme con la naturaleza, mis amigos y mis familiares. Tratar de mantener la calma aunque me cueste. Arrojar sal sobre mi hombro izquierdo, plantar romero cerca de mi puerta, sembrar lavanda y rosas para la buena suerte, limpiar mis cristales regularmente, y abrirme a las posibilidades de la vida siempre que pueda. Y sobre todo, recordar con amor a quienes ya no están, y servir con dulzura a quienes siguen aquí. 

P.S. Este post de hoy va dedicado a tres personas: Lumaries, por ser una amiga que me abre los ojos a la posibilidad y a la luz de nuevas oportunidades; Janice, por ser la mejor directora de todas, y por esos abrazos que me llenan de vida; y a nuestra querida Johana- donde sea que te encuentres, te extrañamos y te seguimos amando cada día más. 



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